viernes, 15 de junio de 2012

CAPÍTULO 13

Para la noche, decidimos movernos de la Cornucopia. De todas formas, ya no hay nada ahí.
Caminamos hasta casi la madrugada, buscando un buen lugar donde dormir. Habríamos tomado el primero, pero ni Cato ni yo sabemos trepar árboles. Nos quedamos dentro del bosque, pero a unos pocos metros de la Cornucopia, abajo de un tronco torcido. No tenemos comida, ni agua, y en todo el día solo hemos comido una manzana. Le damos tragos pequeños a la botella de agua, pero no tarda en acabarse. Ahora si no sé que vamos a hacer.
—Así que podemos ganar los dos... —dice Cato.
—Eso parece. —respondo.
Cato suelta una risa pequeña, y después río yo. Reímos por al menos cinco minutos sin parar.
—Ay, Clove. —ríe— Ya no tendré que matarte.
La verdad es que, aunque podamos ganar los dos, Cato sabe que a su padre le gustaría que Cato fuese el único vencedor, así que él aún tiene una estrategia. Y yo no tardo mucho en planear una.
También me pregunto si Peeta murió, o está dando sus últimos respiros... tal vez Katniss está con él; ellos y nosotros somos las únicas parejas que quedan vivas en La Arena.
Nos quedamos juntos, recostados. Mojo mis labios y me acerco a Cato; no sé si una cámara nos esté viendo, y la verdad lo dudo, porque aquí los Amantes Trágicos son Peeta y Katniss; y lo beso. No sé que pase en el interior de él, y tampoco sé que pasa en mi interior. Después, recargo mi cabeza en su pecho y así nos quedamos el resto de la noche. Solo quedamos vivos nosotros, el chico gigante del 11, la pelirroja del 5, Peeta y Katniss. Tendríamos mucha oportunidad para ganar, sino fuera por ésta última.
A la mañana siguiente, despertamos y estamos tan hambrientos, que comemos frutos del primer árbol que vemos, sin importarnos si son venenosos; al parecer no lo eran. Después, Cato mata a un conejo, pero por miedo a encender una fogata, nos lo comemos crudo. Ahora tenemos ronchas por todo el cuerpo, y yo tengo náuseas (les dio teluremia).
Caminamos un poco sin saber qué hacer, esto se está haciendo un poco aburrido.
—¿Cato? —digo.
—¿Si?
—¿Por qué no buscamos a Katniss y a Peeta? Tal vez estén juntos, y así, terminaríamos con los dos de una vez.
—No es tan mala idea.
Regresamos a donde fue el ataque de las rastrevíspulas, donde Cato le dio el corte a Peeta, cerca del lago. Ahí encontramos varios charcos de sangre seca, pero ni Peeta ni su cadáver están ahí. Lo buscamos un rato entre los árboles, pero parece que desapareció. Tenemos tanta sed, que nos metemos al lago y bebemos de él; mientras doy un trago de agua, veo un poco de movimiento en una cueva no tan lejos de aquí. Le muestro a Cato.
—¿Qué crees que sea? —pregunto.
—No lo sé... tal vez son Peeta y Katniss. ¡Vamos a matarlos! —responde y se apresura a salir del lago.
—¡No! ¡Cato! —grito y corro a detenerlo— También pueden ser animales. Mejor no vamos.
—Los animales son comida, ¿no? —dice con una sonrisa.— Podríamos matarlos.
En eso tiene razón.
Tomamos nuestras armas, y caminamos hacia la cueva, pero de pronto, vemos el humo de una fogata un poco más adentro del bosque. No decimos nada, pero decidimos dejar la cueva y correr a la fogata.
Cuando llegamos, no hay ningún Tributo, y esto fue una trampa. Seguimos caminando.
Cato intenta meterse en mi cabeza, y yo intento olvidar las palabras que dijo aquella noche en el Centro de Entrenamiento, el beso, y el beso de anoche. Al menos ya no estoy colgando del fino hilo de "solo uno puede sobrevivir".
El amor dentro de Los Juegos del Hambre no es seguro, es mortífero.
Mientras caminamos, decido que el riesgo lo vale, y que bajaré la guardia. Cato tiene ahora entrada libre. Por otro lado, ya me cansé de fingir que no siento nada por él.
Para la tarde, regresamos a nuestro escondite cerca de la Cornucopia.
Parece que hemos estado aquí desde siempre, claro que nadie nunca dijo que sería fácil. Nunca había tenido tantos pensamientos en tan poco tiempo. ¿Mi familia y mis amigos me aman? Creo que si lo hicieran no me habrían obligado a venir a Los Juegos del Hambre. Bueno, no me obligaron. ¿Los volveré a ver? Si. No. ¿Si? Espero que si.
Pasamos la noche aquí, yo duermo, Cato vigila.
Me despierto en un sobresalto por la madrugada cuando escucho una rama rompiéndose a pocos metros de mi. Tomo un cuchillo, pero no me levanto. De pronto, Cato aparece de la nada y se lanza sobre mi, sosteniendo mis hombros contra el suelo, con la mirada perdida.
Tomo rápido varios cuchillos del cinturón y lanzo uno en su dirección, que le hace un corte arriba del ojo. Cato no se detiene para revisar, saca su espada, y la acerca a mi cuello.
—Solo puede ganar uno, Clove. No me importa la nueva regla. —puedo sentir su aliento caliente en mi cara— Y voy a ser yo.
Levanta la espada para darme el corte, y aprovecho ese momento para empujar a Cato con mis piernas. No tuvo mucho impacto, porque él pesa mucho y yo estoy algo débil; pero si pude quitármelo de encima.
Me pongo de pie y es cuando me doy cuenta de que me sangra la boca; Cato me debió haber dado un golpe para que yo no despertara, o para que me ahogara con mi propia sangre.
Estamos de pie, frente a frente, sabiendo que uno de los dos morirá ahora.
—¡Mátame, Cato! ¡Mátame ahora y no cuando esté durmiendo! —le suelto.
Él no responde nada y se aferra a la espada que tiene en la mano.
—¡No seas cobarde! —le grito.
—¡No soy cobarde! —responde con una pausa entre palabras.
Una vez su padre le gritó cobarde, cuando Cato tenía seis o siete años, y fue porque él no quiso pegarle a una niña. Sé que Cato está pensando lo mismo que yo, cuando veo que su cara se frunce y comienza a correr hacia mi.
Decido enfrentarme a él. Pongo tres cuchillos en cada mano. Cato y yo rodamos por el piso, luchando, una vez más. De pronto, él logra dominarme, y por alguna razón, ahora si estoy inmóvil. Moriré.
Sigo luchando por un rato para que me deje ir, o para poder cambiar posiciones y ser yo la que lleve la ventaja, pero Cato me da una bofetada tan fuerte que se me nubla la vista por un rato.
Cuando recupero la claridad, veo a Cato con la espada en alto y la punta muy cerca de mi cuello. Cierro los ojos esperando la muerte, pero no llega. Escucho un golpe contra el piso y abro los ojos. Cato ha dejado caer su espada a un lado mío.
—No puedo hacerlo, Clove. No puedo.
Me acerco lentamente a él, con varios cuchillos listos en las manos.
—Y sé que mi padre estará decepcionado, pero, Clove, no puedo matarte. Te quiero demasiado.
¿Qué, que?
Ahora si no entendí nada.

(Aw, Cato si la quiere :3 voten en la encuesta! :) los quiero.)
Atte: Fer. aka @ProudOfJennLaw en Twitter. :)

3 comentarios:

  1. Me encantaaa! :) cada día lo haces mejor.

    ResponderEliminar
  2. estaa suuperrrr biennn cato la quiere en en el fondo tiene corazon q way

    ResponderEliminar
  3. ESTA BUENISIMO! te juro q me encanto! cuando dijo q la qeria demaciado AWWWW

    ResponderEliminar