jueves, 21 de junio de 2012

CAPÍTULO FINAL

Sin importar lo que haya pasado, seguimos juntos. Somos aliados, y al parecer, amantes. Bueno, no puedo dejar pasar su confesión por alto sabiendo cuales son mis sentimientos hacia él.
—¡Auch, Clove! ¡Me duele! —se queja Cato.
Al parecer el corte que le hice arriba del ojo cuando intentaba defenderme fue más profundo de lo que esperaba; intento limpiarla con la manga de mi chaqueta y con agua, pero la sangre no deja de fluir.
—¿Se ve muy mal? —me pregunta, y noto las primeras gotas de sudor en su frente.
—No, no tanto... no tanto como el corte que le hiciste a Peeta. —ambos reímos.
—¿Dónde crees que estén? —se le quiebra un poco la voz al final.
—¿Peeta y Katniss? Juntos... por la nueva regla y eso.
—Si... Me sorprende como es que Peeta no murió.
—Pues la septicemia va a hacerse cargo de él. Y si no tiene suficientes cuidados, que dudo Katniss, o incluso un patrocinador pueda darle, Peeta morirá. —vuelvo a pasarle la manga por la herida y él vuelve a quejarse.
—Y entonces solo tendremos que ocuparnos de su compañera. —sonríe— ¿Quienes quedan?
—Tú, yo, Katniss, Peeta, la chica del 5 y el chico del 11. —respondo.
—¿Thresh? ¿Sigue vivo? —pregunta Cato.
—¿Quién?
—El chico del Distrito 11. Creí que lo había advertido, y como su compañera de Distrito no era muy grande, creí que no tenía oportunidad. —dice él colocándome un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Pero su compañera fue lo bastante inteligente para aliarse con Katniss. Y sobre Thresh... no ha aparecido en Los Caídos. Entonces, ¿él y Katniss son nuestras amenazas? —digo.
—No, no. No son amenazas. —afirma Cato— Pero si hay que terminar con ellos pronto.
Dejamos pasar un tiempo sin decir nada, y él se queda dormido justo cuando quiero decirle algo.
Me quedo sentada junto a él, y me reviso cortes en los brazos que yo misma me he hecho, por accidente; y me lavo la cara. Estamos en nuestro escondite, bajo el tronco torcido, a unos pocos metros de la Cornucopia, y uno de los lagos en La Arena está muy cerca de nosotros. De ahí es de donde tomo toda el agua que tenemos para beber, y para curar heridas, pero para eso no sirve de mucho.
Es de madrugada cuando el sonido de unas trompetas nos despierta.
Nos miramos desconcertados, y después subimos la mirada al cielo. Vemos el rostro de Claudius Templesmith, anunciando un banquete. Dice que todos necesitamos algo con desesperación; y nosotros necesitamos comida. Peeta y Katniss seguramente necesitan medicina. Al alba habrá mochilas con nuestro número de Distrito en la boca de la Cornucopia.
Claudius desaparece, y todo vuelve a la normalidad.
—¿Vamos a ir? —dice Cato con una gran sonrisa en el rostro.— Nos vendrá bien para matar a algunos  tributos más.
—No. Voy a ir. Tú no. —le digo y reviso las puntas de mis cuchillos.
—¿Irás sola? ¡No! —me toma por un brazo.— No estás sola, Clove.
—Puedo defenderme. —lo obligo a soltarme.— Y estás herido.
—No es para tanto. ¡También quiero matar a algunos Tributos!
—Ah... —digo un poco desanimada— Voy yo pero tú me cuidas la espalda, ¿si?
Preparamos nuestras armas, tomamos un poco de agua, pero eso no nos quita el hambre...
Podría jurar que son alrededor de las siete de la mañana, y varios de los Tributos deben estar preparando sus cosas para el banquete de la Cornucopia. ¿Quienes van a venir? ¿Todos? Reviso los cuchillos en mi cinturón, he perdido tres en todo lo que va de Juegos del Hambre. Cato tiene dos espadas, la lanza de Marvel y la que tenía Peeta, y si no fuera por el corte que le hice arriba del ojo, podría decir que está entero. Hemos perdido unos kilos, si, pero nos sentimos bien.
Yo voy adelante, y Cato me cubre las espaldas. Llevo tres cuchillos en una mano por delante, y otros tres cuchillos en una mano por detrás. Cato trae dos espadas en una mano y una lanza en otra. Nos quedamos escondidos entre unos arbustos, y vemos movimiento a un lado. 
—Vamos a matarla. Está muy cerca. —susurra Cato.
—No. Quiero que todos vean cuando muera, y aquí estamos muy escondidos para las cámaras. —respondo en un susurro.
De pronto, una mesa surge del suelo frente a la Cornucopia. Hay cuatro mochilas negras, unas más grandes que otras. Distrito 2, 5, 11 y 12. Las analizamos un momento hasta que se escucha un pequeño "clic" que indica que la mesa acaba de encajar en el piso. Casi de inmediato, sale una chica corriendo desde dentro de la Cornucopia y toma una de las mochilas. Cato me empuja para que corramos a matarla, pero logro detenernos. Aún no. ¡Era Katniss! No, no era Katniss. Porque tomó la mochila con el número cinco. Era la pelirroja. Me muevo un poco intentando ver hacia donde se fue, pero le pierdo el rastro. No la habíamos tomado a ella como amenaza. Cato me susurra que irá a buscarla y que la matará, pero le digo que no podemos dejar nuestra mochila así de vulnerable.
Nos quedamos unos segundos más ahí, quietos. De pronto, una figura sale despavorida de entre los arbustos, a unos dos metros de nosotros. Lleva arco y flechas, y una trenza.
¡Ajá! ¡Esa si es Katniss! Me vuelvo hacia Cato pero él no está prestando atención. Lanzo un cuchillo a su lado derecho, pero ella lo escucha y logra esquivarlo. ¡Maldita sea! Salgo de nuestro escondite y corro hacia ella. Katniss me ve y tensa su arco apuntándome al corazón; cuando la flecha sale disparada, logro hacerme a un  lado, pero la flecha me da en el antebrazo izquierdo. ¡Ah! Me detengo un segundo para sacarme la flecha del brazo. No sé qué estaba haciendo Katniss, porque ese momento fue más que suficiente para dispararme. Cuando levanto la mirada, ella va llegando a la mesa y está por tomar la mochila con el número doce. La toma, y se vuelve con el arco ya tensado, y en ese momento, uno de mis cuchillos le hace un corte en la frente. Ella se tambalea e intenta lanzar otra flecha, pero está tan mareada que la flecha ni siquiera pasa cerca de mi. ¡Llegó su momento! Me echo encima de ella, no luchamos por mucho hasta que logro pegarle las rodillas y los hombros al piso. La mataré, aquí, ahora. Y muy despacio. Voy a disfrutarlo.
—¿Dónde está tu novio, Distrito 12? ¿Sigue vivo? —le pregunto.
—Está aquí al lado, cazando a Cato. —me responde y empieza a gritar.— ¡Peeta!
Pongo los ojos en blanco y le doy un puñetazo a la altura de la tráquea. Que molesta. Ambas sabemos que Peeta no está aquí.
—Mentirosa. —digo, sonriendo— Está casi muerto, Cato sabe bien donde cortó. Seguramente lo tienes atado a la rama de un árbol mientras intentas que no se le pare el corazón. ¿Qué hay en esa mochilita tan mona? ¿La medicina para tu chico amoroso? Qué pena que no la vaya a ver. —me abro la chaqueta dejando ver una colección de cuchillos que he estado guardando. Selecciono uno de combate, con la hoja curva— Le prometí a Cato que, si me dejaba acabar contigo, le daría a la audiencia un buen espectáculo. —Katniss se retuerce y me desequilibra un poco, pero nada más.— Olvídalo, Distrito 12, vamos a matarte, igual que a tu lamentable aliada..., ¿como se llamaba? ¿La que iba saltando por los árboles? ¿Rue? —que placer tan grande me da hacer esto— Bueno, primero Rue, después tú y después creo que dejaremos que la naturaleza se encargue del chico amoroso. ¿Qué te parece? Bien, ¿por donde empiezo?
Le limpio la sangre de la frente con la manga de mi chaqueta, dándole golpes suaves. Quiero verle la cara. Se la observo un momento, y la muevo de un lado a otro. Veo que intenta morderme la mano, pero le jalo la parte de arriba de la cabeza, y la obligo a apoyarla en el suelo.
—Creo... —intento mostrarme lo más feliz posible, y no lo disimulo.— Creo que empezaré con tu boca.
Katniss aprieta los dientes y yo empiezo a delinear el perfil de sus labios con la punta del cuchillo. En todo el tiempo, ella no deja de mirarme a los ojos. No sé qué esté pensando. 
—Si, creo que ya no te hacen mucha falta los labios. ¿Quieres enviarle un último beso al chico amoroso? —Casi puedo escuchar las risas en casa. De pronto, ella se llena la boca de sangre y saliva y me escupe todo en la cara. Que asco.— De acuerdo, vamos a empezar.
Muevo la mano y el cuchillo tiene la punta entrando a su labio. Tomo un poco de fuerzas para hundirle el cuchillo, y en ese momento una fuerza mayor me arranca de su cuerpo y yo grito.
Thresh me tiene agarrada de la chaqueta y mis pies están a mas o menos un metro del suelo, sino es que más. Katniss se apoya en sus codos, así como yo hice en mi cama en la mañana de la Cosecha. Thresh me mira a los ojos, y después me deja caer de espaldas al suelo. Intento sacar un cuchillo, pero no puedo. Se quedaron atorados en el cinturón y no puedo abrir mi chaqueta.
Thresh empieza a gritarme.
—¿Qué le hiciste a la niñita? ¿La mataste? 
Intento retroceder un poco y ahí me acuerdo de Cato.
—¡No! ¡No, no fui yo! —intento que el miedo no se note en mi voz.
—Dijiste su nombre, te escuché. ¿La mataste? —deja pasar un momento— ¿La cortaste en trocitos como ibas a cortar a esta chica?
—¡No! No, yo no... —Thresh saca una piedra y se la pone en la mano, y pierdo el control. Ya no me importa si me ven.— ¡Cato! ¡Cato!
¿Donde está Cato? ¿O es que me abandonó? ¿Lo mataron? No creo... ¡Tiene que ayudarme!
—¡Clove! —ahí está Cato, pero está muy lejos. Me resigno.
Levanto la mirada y veo la piedra acercándose a mi. Cierro los ojos y siento un horrible dolor en la sien. No tardaré mucho en perder el sentido y luego morir.
Katniss y Thresh intercambian unas palabras rápidas que no logro entender. Y escucho a Cato.
—¡Clove!
Katniss y Thresh desaparecen en el bosque, si es que vi bien. Cato llega corriendo y se arrodilla a mi lado.
—¡Clove! ¡No!
¿Está llorando? ¿Cato está llorando? Trae una lanza en la mano, y con la otra, me da la mano, suplicándome que me quede con él. Me dice que podemos ganar los dos, pero ya no lo escucho bien. Pronto pierdo la vista.
Aún siento su mano sobre la mía, así que él sigue aquí. En los segundos siguientes, una culpa horrible me inunda. Quiero disculparme con todos. Con mis estilistas. Con Zenobia. Con mis mentores. Hasta con Ostro Keene, quién iba a ser mi compañero. Con mi familia. Quiero abrazar a mi hermana. Quiero disculparme con Cato. ¿Por qué? No lo sé. Pero quiero hacerlo.
Cato sigue hablando y ya no entiendo que es lo que dice. Un escalofrío me recorre el cuerpo, y veo, muy vagamente que Cato golpea el piso al escuchar un cañonazo. Mi cañonazo.

FIN.

3 comentarios:

  1. NO MANCHES WEY D': Tengo sentimientos encontrados. :'| & nunca leas un final escuchando Back To December e.e' hahaha ayy. ): Pobre Clove. ... bueno, creo que entenderé más este final cuando lea el libro. :D aunque para eso pasará mucho. ): ya me imagino a Raiza cuando lea esto. :P

    Qué triste. ): ahora haz uno donde el fantasma de Clove narre. :D okno.

    Te quiero. ^^

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  2. Diosssss q penita me da clovee, lo has hecho genial, te ha quedado super bien, te doy la enhorabuena

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  3. Me encanto tu fanfic, estoy deseando el siguiente :) La historia entre Clove y Cato es muy bonita y sabemos que algo había entre ellos porque aunque en la peli no sale, Cato cambia completamente después de la muerte de Clove, los profesionales también tienen sentimientos :'( Lees cada historia de ellos que te deja mas triste, me alegra haber encontrado tu blog cuando ya acabaste porque pude leer todo a la vez, si escribes asi de bien siempre esperare encantada tu proximo trabajo :) Que ganas !
    Yo acabo de empezar una historia, de lo que ocurre después de la caída del Capitolio, veinte años después para ser exactos. Seguramente estés muy liado y tal pero me encantaría que te pasases y lo vieses así por encima, tan solo llevo tres capítulos, hoy publicaré el cuarto pero es que tu historia era tan bonita que me encantaría leer tu opinión sobre la mía :) Muchas gracias por leer mi comentario jajaja creo que me he pasado un poco escribiendo :P Te dejo mi enlace por si quieres pasarte http://losjuegosdelhambrecontinuan.blogspot.com.es/

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